miércoles, 22 de abril de 2009

Historia de un Tano

La primera vez que fui a la cancha fue en la panza de mi mamá, un partido contra Banfield en cancha de Platense. Ella fue la que me lo contó pero yo fui el que ya lo pudo sentir. A los 6 años fui por mis propios medios acompañado de mi tío, a ver un Italiano - Douglas Haig de Pergamino a la cancha (no modernizada) del Deportivo Español. Fue un 2 a 2 que me dejó el recuerdo de un nefasto arquero llamado Caresani (tiro libre era gol). A partir de ese momento, tomé como un legado el camino que me visualizó mi nonno, que en paz descanse, y mi tío. Eso me hizo vivir momentos tristes, como los descensos ante Quilmes y Chicago, y momentos felices, como el ascenso frente a Almagro en la cancha de Platense (parece mentira, la misma cancha donde desde la panza de mi vieja, ya empezaba a gestarse este sentimiento), siempre desde la tribuna. Esa especie de identidad creada al costado de Italiano que me hizo dejar de lado equipos importantes para ir a jugar a la inferiores del club, a pesar de que la realidad en Riccheri marca una indiferencia hacia los pibes. Que me permitió conocer el club desde otro sitio, con sus tejes y manejes, donde hasta me quedaba después de práctica para sacar las piedras de las canchas donde entrenábamos. Esto hasta llegar a la inauguración del estadio propio, ya viéndolo de nuevo como un hincha ex jugador.



Por eso hoy siento que mi alma se desprende de mi cuerpo, se regocija en el aire y se alimenta de cada recuerdo, de cada grito, aliento, de mi nonno, de mi tío, de los lugares recorridos (Rosario, Junín, etc), de las cargadas de mis compañeros de escuela (Iba a Mataderos, imaginate), de las apuradas sufridas por ir de visitante cuando no se puede y de cada hincha de verdad de Italiano que reconozco cada vez que lo veo. Es así que doy gracias por esta campaña que nos acerca al ascenso, es así que doy gracias porque Italiano exista.
Un abrazo compañeros, nos vemos en la cancha.
Jorge Sebastián Comadina.

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